A lo
largo de mi carrera profesional de más de veinte años en gestión económica
hostelería me he encontrado con al menos
ochenta cocineros y otros
tantos jefes de sala. Si pienso en
pasavinos, camareros de sala, jefes de partida, pinches, office… el caso es que
la cosa se multiplica considerablemente.
A cada uno de ellos he tratado,
unas con más éxito otras con menos, de hacerles ver la importancia de la
gestión económica tanto en cocina, como en sala y todo esto trasladado al propietario o gestor del restaurante o al que estuviese al
mando.
Los cocineros unos mandaban más,
otros eran más lideres, otros cocinan
mejor y otros peor. Lo que siempre tuve claro que ante la llegada de un Jefe de
Cocina el formato de escandallos de cocina cambiaba. Tienen esa costumbre y no
hay que luchar contra eso. Sin embargo el contenido que al final se refería al
escandallo al final era lo mismo. Yo aprovechando los cambios trataba de mejorar
el escandallo dándole una riqueza económica y en todos los aspectos transversales de la gastronomía: sanidad,
compras, materia prima, conservación, publicidad, comunicación del plato…
En cuanto al tema económico en
hostelería unos sabían más y otros menos, unos se dejaban aconsejar y otros
pensaban que lo sabían todo. Pero al final de todo, el pensamiento en sala y en
cocina era que el plato debía estar excelente de cara al cliente. El resto ya
vendría solo: error.
Antes del cambio de modelo
económico esto funcionaba o aparentemente funcionaba, porque en un modelo de
crecimiento los errores se ocultan muy fácilmente. En ese modelo anterior tenía la hostelería miles de clientes
ansiosos de comer los platos novedosos a cualquier coste. El cliente quería
cambios y novedades. Recuerdo alguna frase de algún “crítico oficial” en gastronomía donde criticaba la gestión de “Cocineros con estrella” porque su única
obsesión era sacar platos para poder cobrarlos a más de 30 euros el plato.
Luego curiosamente este mismo crítico
los encumbraba de cara al exterior.
Si en cocina la consigna era dar
bien de comer. Tradicionalmente la gestión económica del negocio de hostelería
ha ido por el sistema de caja. Si tengo cash-flow o caja es que voy bien sino
tengo para pagar proveedores es que voy mal. Y esto funcionaba a medias pero
funcionaba en un entorno de crecimiento y alegría económica.
Hoy en día, si en un negocio de
hostelería no está detrás alguien que elabore, monte y vigile la cuenta de
explotación del negocio de hostelería, tiene desgraciadamente sus días
contados. Con crecimientos lentos o
estables, hay que vigilar muy de cerca y en el corto plazo la rentabilidad del
negocio, que no es lo mismo que la caja del mismo. Ya no basta con dar de comer
bien, no basta con usar las últimas técnicas de cocina, no basta tener una
estrella y dedicarte a dar “bodas, bautizos y comuniones”, no basta con tener
en la sala unos “fuera de serie”. La gastronomía y su gestión están formadas
por una serie de disciplinas que pivotan
y son tan básicas para la gestión correcta como la propia cocina o la sala. La economía
es una de ellas.